CHINGOLO

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 Algunas creencias y comparaciones campestres...

El chingolo es tal vez el más popular de los pájaros en el folklore, argentino.

Cuentos, mitos, refranes lo cuentan como protagonista. En general, las aves proporcionan a los pobladores una serie de augurios. Muchos de éstos tienen que ver con el chingolo.

  • En Santiago del Estero, por ejemplo, se afirma que cuando está por producirse un parto, este pájaro canta de distintas formas según el sexo que tendrá el recién nacido: si será varón, sus trinos son como un sollozo y se cree reconocer que dicen: "Me ha de hondear y me ha de matar"; si se trata de una niña, el canto es alegre y significa: "Ha de moler (grano) y me ha de dar de comer".

  • En otras provincias, especialmente del Noroeste, se asegura que cuando una bandada de chingolos se posa cerca de una vivienda, habrá tormenta.

  • Si se oye el canto de uno de estos pájaros a medianoche, es señal de que se acerca un vendaval.

  • Si canta ante una puerta, anuncia visitas.

También esta ave sirve para designar ciertas características de los seres humanos:

  • "Chingolo" suele decirse a la gente de baja estatura;

  • "Canillas de icancho" (una de las denominaciones locales del pájaro) al que tiene piernas flacas;

  • "Entra solo, como el chingolo" se dice del confianzudo que se mete en las casas sin pedir permiso y especialmente del que aparece sin ser invitado a la hora de comer, así como este pajarito entra en los patios en busca de migas y otros restos de comida.  


Historias de Chingolos

Chiquito pero peleador... 

Grande es la participación del chingolo en la narrativa popular de la Argentina.

Las características de su plumaje y su forma de caminar a saltos hacen que se afirme que ha estado preso. El copete rayado, sería un birrete de presidiario. Sus saltitos se explicarían por la presencia de grilletes en los pies. 

La prisión del animal se debe, según distintos relatos, a peleas o irreverencias. Como es un pájaro considerablemente agresivo, frecuentemente se lo presenta en los cuentos como un pendenciero.  

Un relato dice que antiguamente  el chingolo había sido un hombre, cantor y guitarrero. Una vez se encontró con un forastero que estaba cantando. Enojado, desmontó de su caballo  al grito de que él era el único cantor de ese pago.

Acto seguido le quitó la guitarra y se la rompió. Inmediatamente se inició un duelo a cuchillo en el que salió vencedor, matando al desconocido. 

Preso por el crimen, esa noche se transformó en pájaro y huyó entre los barrotes del calabozo, pero aún conserva los grilletes en los tobillos y el gorro carcelario.

Según otras versiones el muerto es un pájaro: el crespín. Por ésto, el chingolo es denunciado al juez por el benteveo. Condenado, consigue fugarse. Pero todavía lleva los grillos en sus patas.


Dice otro cuento que en un tiempo un pájaro -la loica-, tenía una pulpería (bar). La loica era muy bonita y a todos les gustaba por eso frecuentaban su boliche.

Un día el chuschín o chingolo -celoso- provocó al cardenal, que entonces tenía la cabeza del mismo tono del cuerpo.

En alusión a su parado copete, preguntó en voz alta a la loica si no tenía un peine a mano. Picado, el cardenal le contestó; "¿Y por casa, cómo andamos?" (ya que el otro tiene también su copetito).

Inmediatamente aparecieron los facones (cuchillos) y el chingolo, rápido para la pelea, asestó tremenda cuchillada en la cabeza de su oponente, que se desplomó sobre el pecho de la loica (que hasta hoy muestra la roja mancha de la sangre del herido).

Como consecuencia, el chingolo fue preso y encadenado y al cardenal le quedó el copete colorado.

(En otras narraciones el chingolo pelea incluso con el cóndor, que no sale bien parado de la lucha). 


La prisión del chingolo tiene también otras explicaciones. 

En Catamarca dicen que una vez un hombre muy fuerte pasó delante de una iglesia en construcción y, burlándose del esfuerzo realizado, afirmó que era capaz de tirarla abajo de una patada. Así hizo, pues su fuerza era efectivamente mucha. Pero fue preso por eso, encerrado y con cadenas en los pies.

Peor fue el castigo de Dios: lo convirtió en un pajarito de patitas débiles, que aún camina a saltos pues lleva grillos. 

En la misma provincia otro relato cuenta que tras el Diluvio, el arca de Noé varó en la montaña y, como todos se estaban quedando sin provisiones, mandaron al chingolo para que averiguara cómo estaba la situación. Este halló que todo volvía a la normalidad; el espectáculo de la tierra reverdecida lo entretuvo tanto que olvidó su misión y pasó días de recorrida. Finalmente recordó a quienes lo esperaban. Cuando volvió éstos estaban furiosos por la espera y en castigo lo metieron preso.

En Corrientes, en cambio, se dice que Cachilo -denominación local del ave- fue un muchacho cuyo padre fue apresado por la policía. Encadenado, el hombre caminaba con dificultad y el hijo se rió. El padre lo maldijo y se transformó en un pajarito que caminaba dando cortos saltos, como un engrillado.

Fuentes: 

Coluccio Félix. Diccionario Folclórico Argentino. PLUS ULTRA.

Fauna Argentina nº 39. CENTRO EDITOR DE AMÉRICA LATINA.